“Éramos la esperanza, lo mejor… la luz”

Hace algunos días me llamó la atención la colaboración de Emilio Álvarez Icaza para el Universal, que titula: “Matando al bono demográfico”, en el que plantea, que el bono demográfico es una oportunidad que tiene un país al tener en su estructura poblacional una mayor proporción de juventud, y advierte que se estima que en México hay poco más de 28 millones de personas menores de 29 años y que su máximo histórico llegará a 29.5 millones al 2015, lo que representa una gran fuerza productiva y de transformación. Sin embargo, lamenta que no exista política pública federal que atienda las necesidades de los jóvenes, por el contrario, han sido las principales víctimas en el contexto de la “guerra contra el narcotráfico”.
Al respecto, llama la atención que otras naciones tengan entre sus principales preocupaciones, el hecho de que su población mayoritariamente se ha envejecido, al grado de poner en riesgo la viabilidad de sus economías, tal es el caso de Europa y buena parte de las sociedades desarrolladas, quienes han tenido que modificar sus legislaciones no sólo en el ámbito de pensiones y seguridad social, sino en los criterios de recaudación fiscal. Paul Krugman, en resiente colaboración para The New York Times, reflexiona que “las potencias económicas del mundo están en riesgo, entre otras razones, porque están envejeciendo” y, observa como en Francia, por ejemplo, la modificación de los criterios de jubilación, constituye no sólo el tema debate nacional, sino un dejavú de cómo pintan los nuevos tiempos. Por su parte, el mismo economista –premio nobel- destaca el sentido de utilidad que dio Lula da Silva al bono demográfico de Brasil, colocando a esa nación sudamericana en un importante motor de la economía mundial.
En contraparte, regresando a la columna de Emilio, las declaraciones del rector Narro y, sin duda, motivo de preocupación mundial, con motivo de los actos atroces de violencia y ejecución que han ocurrido en estos últimos días en diversas ciudades de México, dirigidas contra jóvenes, algunos de ellos trabajadores de la maquila en una empresa multinacional, otros en clínicas de rehabilitación contra las drogas –qué contra sentido-, algunos más catequistas y personas de bien, y otros inmersos en la problemática de un lógica estúpida en la que lo más preciado simplemente no tiene futuro, porque ni estudian ni trabajan, porque son estigmatizados, porque no tienen ninguna oportunidad de escapar al callejón donde no existen los milagros, porque es el callejón de la soledad y el abandono.
Y en esa abrupta realidad, donde no sólo se pierde una oportunidad para lograr el desarrollo y recuperar el crecimiento sostenido de la economía, se siguen dilapidando recursos en una guerra sin fin y sin cuartel, en donde lo mismo mueren jóvenes mexicanos por sicarios que también son jóvenes mexicanos, ambos que son fiel reflejo de la falta de generosidad de un régimen que cree que la vía armada puede dar mejores resultados que la simple aplicación del derecho y la política social que solidariza, educa, previene, rehabilita, restaura y justifica la labor y la existencia de gobierno. No podemos seguir por la vía de la vietnamización de la juventud mexicana… Esa, simplemente no es la solución, máxime cuando en algunos países y algunos de ellos muy cercanos a nuestras fronteras, poco a poco, han caminado hacia la liberalización de la mano de una estricta reglamentación y recaudación fiscal, destinando los recursos a la rehabilitación y políticas públicas cuya lógica opera a favor de la integración de los jóvenes al deporte, la salud, la educación, la cultura y a las actividades productivas, y no hablo de Holanda, Bélgica, Japón, u otro país a varias leguas o millas marítimas, no… California, a unos cuantos metros de Tijuana, donde habrá que esperar a ver los resultados.
Quizás en tiempos electorales estos temas sean espinosos y no siempre hay verdades absolutas, pero de antemano comprometo mi voto con quien ofrezca políticas públicas que realmente atiendan los problemas de los jóvenes, para que vuelvan a ser la esperanza, lo mejor…. la luz de mi país y con ellos, retomar el crecimiento económico y el desarrollo, máxime que mis hijos en breve serán también jóvenes y sinceramente quiero que tengan una oportunidad que en los últimos años, simplemente se les ha negado, no a ellos, sino a millones de jóvenes mexicanos. Es decir, quien sinceramente crea que la opción sea aprovechar el bono demográfico para consolidar nuestra democracia.

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TEORÍA JURÍDICA CONTEMPORÁNEA II
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